Proyecto Perpetuando la Red LAC.
Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevista: María Elena Ovejero
Entrevistadora: Immaculada Lopez
Lugar de la entrevista: São Paulo
Fecha de la entrevista: 18 de noviembre, 2006.
Transcripción: Victor Julian Trejos Tabasco.
Para empezar, me gustaría que me dijeras tu nombre completo, la fecha y el lugar donde has nacido.
María Elena – Mi nombre completo es María Elena Ovejero, y el lugar en que nací es la Invernada Sur, en el Departamento de Figueroa, Provincia Santiago del Estero.
¿Cómo es ese lugar?
María Elena – Es un lugar con un clima muy caluroso. En los meses de diciembre, enero, hay temperaturas muy altas. Era un lugar de bosques y ahora los árboles son talados para hacer carbón y para hacer leña, porque, anteriormente, nosotros éramos productores agropecuarios y teníamos un sistema de riego que se ha roto. Y esto ha afectado muchísimo a nuestro departamento.
¿Cuántos grados?
María Elena – Es una temperatura muy alta. Cuarenta, cuarenta y cinco grados. Y hoy vemos esto con gran preocupación. Eso de salir por ahí, por el medio día, sin cubrirse la cara, el cuerpo, sin una ropa adecuada, hace mucho daño, se daña la piel.
¿Y cómo es el paisaje?
María Elena – El paisaje es llano, tenemos árboles de algarrobo y un poco de quebracho. La madera de quebracho colorado y blanco se explotan, porque es una madera muy dura que se usa para hacer postes para los alambrados y otras muchas cosas.
¿Y en el departamento vive mucha gente?
María Elena – El Departamento Figueroa tiene mas o menos 17 mil personas y casi todas viven en zonas rurales. Entre la comunidad de Invernada Norte y de Invernada Sur vivimos aproximadamente mil familias.
¿Cuál es el pueblo más cercano?
María Elena – El pueblo de Bandera Bajada queda a 27 kilómetros de Invernada, donde viven 900 personas. Ahí está el Hospital mas cercano, que es pequeño, y es donde se atienden las comunidades de...
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Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevista: María Elena Ovejero
Entrevistadora: Immaculada Lopez
Lugar de la entrevista: São Paulo
Fecha de la entrevista: 18 de noviembre, 2006.
Transcripción: Victor Julian Trejos Tabasco.
Para empezar, me gustaría que me dijeras tu nombre completo, la fecha y el lugar donde has nacido.
María Elena – Mi nombre completo es María Elena Ovejero, y el lugar en que nací es la Invernada Sur, en el Departamento de Figueroa, Provincia Santiago del Estero.
¿Cómo es ese lugar?
María Elena – Es un lugar con un clima muy caluroso. En los meses de diciembre, enero, hay temperaturas muy altas. Era un lugar de bosques y ahora los árboles son talados para hacer carbón y para hacer leña, porque, anteriormente, nosotros éramos productores agropecuarios y teníamos un sistema de riego que se ha roto. Y esto ha afectado muchísimo a nuestro departamento.
¿Cuántos grados?
María Elena – Es una temperatura muy alta. Cuarenta, cuarenta y cinco grados. Y hoy vemos esto con gran preocupación. Eso de salir por ahí, por el medio día, sin cubrirse la cara, el cuerpo, sin una ropa adecuada, hace mucho daño, se daña la piel.
¿Y cómo es el paisaje?
María Elena – El paisaje es llano, tenemos árboles de algarrobo y un poco de quebracho. La madera de quebracho colorado y blanco se explotan, porque es una madera muy dura que se usa para hacer postes para los alambrados y otras muchas cosas.
¿Y en el departamento vive mucha gente?
María Elena – El Departamento Figueroa tiene mas o menos 17 mil personas y casi todas viven en zonas rurales. Entre la comunidad de Invernada Norte y de Invernada Sur vivimos aproximadamente mil familias.
¿Cuál es el pueblo más cercano?
María Elena – El pueblo de Bandera Bajada queda a 27 kilómetros de Invernada, donde viven 900 personas. Ahí está el Hospital mas cercano, que es pequeño, y es donde se atienden las comunidades de la zona. También está la única Escuela Secundaria y un profesorado para formación de maestras.
¿A qué distancia queda de la casa de las personas?
María Elena – Depende de la comunidad donde cada uno viva. De donde yo vivo, son 27 kilómetros, pero hay comunidades mucho más alejadas. El hospital no está bien equipado, luchamos por esto. El tema de salud siempre es un problema, necesitamos tener un hospital mucho mejor.
¿Y toda tu familia ha nacido ahí, tus padres, tus abuelos?
María Elena – Muchos años atrás, por el año 62, quizás un poco más atrás, eran zonas donde se regaba. Había esteros, cruzaban como lagunas de agua. La gente que estaba más alejada, en una zona más seca donde no llegaba el agua del bañado de los ríos, traía sus animales ahí, cuando las aguas calmaban. Los traían de las zonas más altas por la comida, por el pasto. Los traían a engordar. De ahí viene la palabra “invernar”, porque traían a invernar a sus animales. Es la historia que nosotros sabemos
¿De dónde viene la familia de tu papá?
María Elena – Mi papá sería no de la Invernada misma, pero de una comunidad vecina. De ahí se trasladó a otro departamento vecino, porque aquí se trabajaba en el obraje. Como hachero, iba a trabajar ahí. El padre de mi madre también era hachero y mi mamá, siendo joven, venía con mi abuelo como cocinera, para hacer el trabajo de la cocina cuando mi abuelo iba a trabajar. Así se conoce con mi madre.
Antes de hablar sobre cómo se conocen tus papas, quería preguntarte qué sabes de la vida de niño de tu papá?
María Elena – Mi papá me contaba que desde muy niño fue a trabajar, porque su mamá estaba sola. Ella era una madre soltera. Y, desde muy chico, él se dedicaba al trabajo de hachar.
¿Cómo es el trabajo de hachero?
María Elena – En esa época había muchos más árboles de quebracho, el blanco y el colorado. Él me comentaba que se hacía la madera para los durmientes de las vías de los trenes, para los ferrocarriles. Habían hachado demasiado, era una madera que tenía una cierta medida, era cuadrada, ellos tenían que formarla así cuadrada. Ellos tenían que darle la forma y hacer una madera cuadrada. Eso servía para los durmientes, para el ferrocarril.
¿Y tu papá empezó a trabajar desde niño?
María Elena – Desde niño.
¿No pudo estudiar?
María Elena – No, no pudo estudiar. Mi papá sabía muy poquito, apenas hacer su firma. Y mamá no sabía nada.
¿Y la mamá de tu papá, tú la conociste? ¿Cómo se llamaba?
María Elena – Ella se llamaba Plácida, era una partera de la zona. Porque en nuestra zona no había la asistencia médica para tener a los hijos. Y ella trabajaba con eso, ayudaba a los partos de las mujeres.
¿Qué contaba ella sobre esos partos?
María Elena – En verdad, yo la admiraba. Yo recuerdo que cuando niña ella me invitaba para que yo la acompañara para visitar a sus parturientas, a las mujeres que estaban esperando a sus bebés. Porque ella hacía un trabajo como de médico, tenía que preguntar como estaban, como se sentían... Y yo me admiraba que ella, con sólo tocarles el vientre, sabía qué sexo iban a tener y si estaban próximas al parto... Hacía sus cálculos, al tocar el vientre de la mujer. Y sabía muy claro qué sexo iban a tener.
¿Ella ganaba por ese trabajo?
María Elena – Claro, por ese trabajo ganaba. Se le hacía un aporte en dinero. Alguien le hacía un aporte en animales o en alimentos.
¿Ella sostenía la casa?
María Elena – Sí, mi abuela.
¿Con el trabajo de partera?
María Elena – Con el trabajo de partera, sí.
¿Y, por el otro lado, la familia de tu mamá a qué se dedicaba?
María Elena – También mi abuelo era hachero, como te decía anteriormente.
¿Cómo se llamaba?
María Elena – Gumercindo. También era un hombre que trabajaba mucho. En esa época, lo que siempre me cuentan de la familia, de esa década de mi padre, es que ellos trabajaban muchas horas. Para ellos, el horario de trabajo era desde la salida del sol hasta la puesta del sol. Y eso, con el tiempo, fue cambiando y hoy quizás los jóvenes en edad de trabajar apenas hacen unas ocho horas y controlan el reloj. Ellos no.
¿Ellos se metían en el bosque por la madera?
María Elena – Sí.
¿Y cómo se cargaba la madera?
María Elena – Venían tractores a cargarlas, porque ellos eran contratados por gente, por empresas. Y después ellos, levantando con las manos, ayudándose con otra persona, los cargaban.
¿Y comían allí mismo?
María Elena – Sí, allí mismo. Lo que siempre observé era que eran muy sabios. Con el hecho de vivir en el monte, era como que ellos sabían todo el mensaje de la naturaleza.
¿Qué tipo de cosas?
María Elena – Cuando iba a llover y todas estas cosas ellos sabían. Cuál canto de los pájaros anunciaba lluvia, cuáles eran mensajes de un presagio de algo malo que iba a pasar. Todas estas cositas tenían en cuenta ellos en el canto del pájaro.
¿Y tu abuela, la esposa de tu abuelo Gumercindo, cómo se llamaba?
María Elena – Ella se llamaba Benigna.
¿Ella a qué se dedicaba?
María Elena – Ella también era así una artesana, como mi madre, una artesana del hilado.
¿Cómo era ese trabajo?
María Elena – Era un trabajo muy duro, yo lo digo por mi mamá, que seguía con este trabajo que hacía mi abuela. El hilado de la lana de oveja. Es un trabajo duro, porque duele mucho la espalda, se sacrifica mucho la espalda, los pulmones.
¿Y el hilado lo hacía en su propia casa?
María Elena – En su propia casa.
¿Tenía una máquina?
María Elena – No, es una especie de una vara, un palo que se va haciendo girar con una mano sobre el piso. Cuando el huso gira, con la otra mano se le va dando la forma de hilo a la lana de oveja, moldeando y dándole la forma.
¿Tu abuela tuvo muchos hijos?
María Elena – Muchos hijos.
¿Cuántos?
María Elena – Mi tíos eran aproximadamente diez, diez hijos.
¿Y cómo era esa casa con diez hijos?
María Elena – Bueno, comúnmente en esta provincia las familias rurales somos muy numerosas, con diez, doce hijos, y el trabajo es muy duro, especialmente para las mujeres. Ni nosotras, ni tampoco nuestras madres y nuestras abuelas, me imagino, tenían las ventajas que hoy tienen las mujeres. Por ejemplo, eso de no lavar pañales, pues hay pañales fabricados. Antes se lavaba todo eso. El proceso de la comida, de la alimentación, era todo basado a la cosecha que se hacía del trigo, del maíz, todas estas cosas... y eso había que procesar. Había que trabajar para preparar y hoy quizás ya ni se comen esas cosas.
¿Tu conociste a tu abuela de niña?
María Elena – Sí, sí.
¿Y cómo era ella?
María Elena – Era así gordita, con una piel más clara que la mía y que la de mamá también. Serían los hermanos de mamá unos más morenos, otros un poquito más claros. Y algunos eran bien altos, y algunos eran bajos.
¿Y qué recuerdos tienes de esa abuela?
María Elena – Era una abuela muy cariñosa, muy trabajadora. Eso lo recuerdo.
Me contabas cómo se conocieron tus padres. ¿Cómo fue?
María Elena – Mi mamá iba acompañando a mi abuelo hachero a trabajar al monte y mi papá, también joven, era hachero y se iba a trabajar en el mismo obraje con mi abuelo. Ahí se conocieron.
¿Tu mamá qué iba a hacer?
María Elena – A cocinar para mi abuelo. Lo acompañaba para cocinar, para lavar. Para las cosas que necesitaba mi abuelo…
¿Desde pequeña?
María Elena – Desde pequeña.
¿Y ella tampoco pudo estudiar?
María Elena – No. Ella no sabía nada, no sabía leer. No tan sólo ella, sino otras mujeres también. Y hay un diálogo que yo siempre observaba, el hecho de ser mujer, decían: “A vos no te hace falta ir a la escuela porque eres mujer”. Y lo mismo con la identidad, con el documento, no se le sacaba a la mujer. Decían que al hombre le hacía falta porque tenía que hacer el servicio militar y las mujeres no. Entonces, ni identidad teníamos, no podíamos votar. No teníamos firma, ni mi madre, ni mis abuelas.
¿Y tus hermanos hombres estudiaban?
María Elena – No, no, no, no.
¿Ni los hombres, ni las mujeres?
María Elena – No, no. Quizás era por las distancias. Había pocas escuelas. Quería comentar que por ahí, en algunas familias, hay hermanos con distintos apellidos. Porque, si era varón, el papá le sacaba documentos y, si era mujer, no. Entonces, por ahí algún vecino, por ser bueno o por hacer un bien a la mujer, le decía: “Aunque yo no sea tu padre te voy a sacar tu documento, porque te puede hacer falta”. Así, podían tener hermanos con distintos apellidos.
¿Y qué más cuenta tu mamá sobre su juventud, su época de niña?
María Elena – Que ellas eran así, de trabajo, de mucho trabajo. Ellos no vivían con humor. No había tiempo para jugar. Mas, a medida que iban creciendo, de acuerdo a sus capacidades, ya iban ayudando en la casa. No se les daba la libertad como para poder ir a jugar. Y más si era mujer, porque tenemos muchas cosas por atender en la casa: la atención que hay que darles a los hombres, porque ellos van al trabajo, y el trabajo de la casa, que es muy fuerte. Y entonces, algo tiene que ayudar la hija mujer, siempre.
¿Qué cosas?
María Elena – El lavado, el planchado, la cocina, la comida. Tenía que cumplirse un horario, porque cuando venían los hombres de trabajar tenía que estar todo ya preparado. Todo para la higiene personal, todo tenía que estar ya preparado. Eso era siempre mucho trabajo.
¿Tú conociste la casa donde creció tu mamá?
María Elena – Muy poco, porque, después, mamá ya vivió lejos de distancia.
¿Ella se casó con cuántos años?
María Elena – No se casó mi mamá; ellos estaban unidos así, como pareja, pero no estaban casados legalmente.
¿Y se unieron muy jóvenes?
María Elena – Habrá sido a los dieciocho años, muy joven.
¿Y ellos se van a vivir adónde?
María Elena – Se quedan aquí en Invernada, por el trabajo que hay en la zona. Hacían producción de algodón.
¿Tu papá sigue hachero?
María Elena – Él sigue hachero. Pero después, cuando comienza el trabajo agropecuario en la zona, él se queda a trabajar la tierra y a cultivar la tierra, siempre. Ahí ya pasa de hachero a jornalero. A trabajar por el jornal del día.
¿Qué tipo de trabajo?
María Elena – Por ejemplo, arar la tierra, cultivar las plantas. Porque allí se cultivaba la plantación de algodón, de maíz, trabajaba con el arado y con los caballos.
¿Y tu mamá?
María Elena – Mi mamá seguía de artesana. También hacía lavado de ropa en casa. Y los procesos del maíz, porque en esta zona, en esa época, cuando se trabajaba con los arados, con los caballos, la comida era a base de mucho maíz. Se preparaba el maíz tostado, el maíz molido en el mortero, así como los maíces procesados, pisados, molidos para cocinar la mazamorra, porque eso era como el postre, vamos a decir, base de todo trabajador. Se decía que eso le daba fuerza para poder trabajar, para no cansarse.
¿Qué es la mazamorra?
María Elena – La mazamorra es una comida que se cocina con maíz, el grano de maíz triturado. Con un mortero.
¿Y se mezcla con qué?
María Elena – Se cocina con agua. Se lo cocinaba todos los días y eso iba con la leche de cabra, leche de vaca, como postre.
¿Y antes del postre, cuál era la comida típica?
María Elena – La comida típica era la carne vacuna cocinada con maíz, con trigo. Mucho trigo se cosechaba en esta zona, se llevaba el trigo a moler. Era una vida en abundancia, porque teníamos mucha harina para hacer el pan y cosas tan lindas que se han ido perdiendo con el tiempo.
Tus papás se casan y se van a vivir a otro lugar. ¿Y luego nacen los hijos?
María Elena – Sí, sí.
¿Tú eres de las primeras?
María Elena – Yo sería la quinta.
¿Cuántos hermanos fueron?
María Elena – Seis.
¿Y cómo era la casa donde naciste?
María Elena – Era un lugarcito chiquito y bueno. Una vivienda muy precaria.
¿De qué material?
María Elena – De barro, de paja, de suncho.
¿Suncho?
María Elena – Suncho es un arbusto que crece en esta zona y que lo usamos para el armado de los techos. Y, arriba de eso, va un pasto y, después, va la tierra.
¿Y las paredes?
María Elena – Las paredes de barro y, también, hay por ahí algunas de adobe.
¿Y el suelo?
María Elena – Tierra, tierra.
¿Y cómo era la casa con ocho personas?
María Elena – Todo era incómodo, porque, en realidad, había una cama grande y al lado otra camita que compartíamos con nuestros hermanos. Dormíamos en una cama dos personas.
¿Y qué cuentan de tu nacimiento?
María Elena – Mi mamá fue asistida por mi abuela paterna. Y no sé si por cultura, pero mamá me comentaba que, cuando nacían las nenas, a la misma familia o a los vecinos era como que no les alegraba. Cuando sabían que nacía un varón, se ponían contentos.
¿Tú fuiste la primera niña?
María Elena – No, tengo dos hermanas mayores. Mi primer hermano es varón, después una mujer, después otro varón, después sería yo y una hermana más chica.
De cuando eras niña, ¿cuál es el recuerdo más antiguo que tienes?
María Elena – Cuando mamá se iba a trabajar, cortar maíces. Era un trabajo que se hacía sentado. Por ahí, yo recuerdo que cuando ella estaba sentada me iba yo, me acercaba a ella y tomaba teta de mi madre. Es que mamá nos daba de mamar hasta los cinco años. Recuerdo que yo tomaba la teta, así de costado de ella, hasta los cinco años. Todos nosotros tomábamos la teta hasta los cinco años.
¿Y qué otros recuerdos de tu niñez?
María Elena – Lo que recuerdo por ahí, que papá cuando venía de trabajar así, de hachero, me traía siempre mucha miel, la miel de palo me traía.
¿Que él recogía?
María Elena – Él la recogía mientras trabajaba. Cuando él venía me alegraba mucho, porque sabía que me traía eso.
¿Qué te gustaba hacer cuando niña?
María Elena – Lo que me gustaba mucho era, cuando nos juntábamos con otras niñas, trabajar con barro, una tierra humedecida con agua. Me gustaba mucho.
¿Qué hacías?
María Elena – Moldear, trabajar, hacer muñecas. Eso era en nuestra zona. Se sacaba agua de pozo, se cavaba el pozo y, cuando se secaba, ese barro colorado era blando para trabajar. Entonces, cuando cavaban ese pozo, siempre nos íbamos con compañeras a tomar ese barro para trabajar y hacíamos muñecas y, después, las poníamos al sol a secar y teníamos nuestras muñequitas. Eso me acuerdo yo. Le hacíamos el cabello y queríamos el pelo lacio, ondulado, eso ya estaba al gusto de cada una. Y recuerdo que, a veces, de tanto entusiasmarnos con el barro, hasta lo comíamos... y tiene un sabor muy rico.
¿A qué sabe?
María Elena – Era así, algo rico, un sabor a tierra, pero no era ni amargo, ni salado, era así como una pasta dulce, así como algo blando, pero muy sabroso. Cuando tenemos la posibilidad de vernos con alguno, nos recordamos: “Recuerdas que nosotros comíamos el barro?” Dicen que no nos hacía mal, porque por ahí nos podríamos enfermar, pero no, no hacía mal.
¿Y las hijas empezaban ayudar a las mamás en el trabajo?
María Elena – Yo recuerdo que desde muy niña comienzo a ir a la escuela… Me gustaba mucho la escuela.
¿Dónde quedaba la escuela?
María Elena – Quedaba a dos kilómetros de mi casa. Lo hacía caminando y, a veces, alguna compañera me llevaba a caballo.
¿Y cómo era la escuela?
María Elena – Era una escuela no muy cómoda, vamos a decir, comparada a las de ahora, porque era un edificio chico. Los alumnos no eran muchos, porque era una comunidad recién integrada. Cuando yo comienzo a ir, había tres aulas en la escuela.
¿Y creciste en ese mismo lugar?
María Elena – Claro, crecí en el mismo lugar.
¿Cómo fue la juventud?
María Elena – Antes te cuento un poco de la escuela. Me gustaba mucho; la historia me gustaba mucho, no tanto así las matemáticas como la historia, toda la historia que fuera... en ese entonces, teníamos una materia, como se dice ahora, que era historia y era ese momento lo que mas me gustaba de la escuela.
¿Qué era?
María Elena – La historia, la historia argentina, de los próceres, todas esas. Todo lo que se puede enseñar en la historia.
¿Qué pensabas cuando estudiabas?
María Elena – Y porque me gustaba saber de los próceres argentinos, que eran muchos, en su lucha por la libertad de nuestros estados, eso me gustaba demasiado. Y yo recuerdo que por ahí nos daban para estudiar. Para mí, escribía mi dictado y como que ya quedaba memorizado. Cuando venía, apenas le hacía un repaso y era como que la memorizaba, todo quedaba en mi mente.
¿Y había libros?
María Elena – Yo recuerdo que tenía un libro viejito, deteriorado. A mí me costaba mucho poder aprender las primeras letras. Uno: porque papá no estaba, él sabía muy poquito. Mi mamá, directamente no sabía nada, entonces, tenía que recurrir a una vecina para que ella me ayudase a conocer un poquito las letras. Y me costaba, porque ella era una persona buena, pero quizás tenía su forma de ser, que ella era muy apurada, apurada. El momento que está trabajando en la cocina para preparar la comida, me decía: “- Sentate a mi lado y quiero que atiendas bien porque a mí no me gusta repetir las cosas.” Quizás por el miedo que tenía de que se me escapara algo me tenía que poner muy atenta, porque ella me decía que a ella no le gustaba repetir.
¿Y qué decía ella?
María Elena – Bueno, ella me enseñaba las letras, las vocales. Eso me costó un poquito, hasta que pude aprender a conocer las letras.
¿Hasta cuándo estuviste en la escuela?
María Elena – Me gustaba tanto la escuela y, cuando tenía nueve años, mi mamá me dice que no sería conveniente que siguiese en la escuela. Me dijo que en la casa en donde trabajaba mi hermana necesitan una chica para niñera, para acompañar a un niño. Porque mi hermana ya trabajaba en la ciudad... ella tendría unos quince años. Entonces, dejé la escuela y me fui, a los nueve años, a atender a una niña. Y, después de estar como un año así de trabajo, volví a mi comunidad y me quedé un tiempo.
Le digo a mi mamá que yo quería seguir la escuela y otra vez me incorporé a la escuela. Después de perder un año, aun así podía andar de igual manera bien, me adaptaba bien a las clases. Recuerdo que alguna vez me habían dado un premio, como un presente por mejor alumna, por mejor conducta, por cosas así. Y, después, mamá me decía: “- Ya estás grande, ya no puedes ir a la escuela.” Y tenía doce años. Y, entonces, otra vez me mandó a trabajar y, por eso, no, no pude seguir la escuela. Y ahora pienso, y digo hoy, que si hubiera tenido la posibilidad de poder estudiar, de terminar la escuela primaría y seguir mis otros estudios, yo hubiera estudiado Derecho. A mí me gusta como defender a los demás y luchar por los demás. Yo hubiera sido una abogada, si hubiera podido continuar... Pero no, no he podido y así como, quizás, muchas personas. Veo que tanto mujeres como hombres, en la zona donde vivo, han quedado así frustrados en el tiempo, porque no han tenido la posibilidad, pero con mucha capacidad.
A mí me gustaba, también, la poesía.
¿Sí?
María Elena – Me encantaba decir poesía.
¿Las has aprendido dónde?
María Elena – Aprendía de acuerdo al acontecimiento, los días que se hace a los próceres, al juramento de la bandera, al libertador de nuestro país.
¿Y tú recitabas?
María Elena – Claro. Y no es fácil pasar al frente a recitar poesía. Uno se siente, a veces, avergonzado.
¿Pero lo recitabas en qué ocasión?
María Elena –En las fiestas patrias.
¿Tú ibas al frente?
María Elena – Sí, sí.
¿Y recitabas?
María Elena – Claro, sí, sí.
¿Te acuerdas de alguna?
María Elena – No, en este momento no me acuerdo de las poesías, pero quizás... Como les digo ahora a mis hijas, en ese entonces apenas les hacía un repaso unas cuantas veces y ya me las memorizaba.
¿Pero te acuerdas de alguna ocasión en que fuiste a recitar?
María Elena – Recuerdo haber hecho poesías para el día once de septiembre, día de la maestra, día del maestro en nuestro país. Recuerdo haber dicho alguna vez alguna poesía al maestro.
Y después de la escuela, ¿cómo sigues?
María Elena – Sigo trabajando, haciendo un trabajo doméstico. Tenía más años, quince años; después, fui a una ciudad más grande, a Buenos Aires. También trabajé en trabajo doméstico.
¿Y vivías en el lugar del trabajo?
María Elena – En el lugar del trabajo.
¿Cómo fue llegar a Buenos Aires?
María Elena – Fue una gran posibilidad. Es una ciudad muy bonita, pero yo extraño mucho la vida de campo. No me adapto a la ciudad. Sé que es cómodo, todo lindo, las comodidades que te ofrece, pero no me gusta, me siento mejor viviendo aquí, en el campo, en la zona rural.
¿Por qué? ¿Qué hay en el campo?
María Elena – Es mas libre, tienes más libertad. No me da miedo de las cosas. Andar en las noches, aquí en el campo, no me da miedo. Pero andar en una ciudad grande, por ejemplo, en Buenos Aires, tengo temor, ahora justamente es feo por la inseguridad que hay por la gente, por los jóvenes que hoy están en las drogas, cada día más. Capaz que te piden una miseria de dinero y vos no lo tienes en ese momento y te matan. A este tipo de cosas, tengo miedo. Pero, aquí en el campo, ando lo mas bien de día, de noche y no hay riesgo.
¿Y cuántos años viviste en Buenos Aires?
María Elena – Bueno, estuve mas o menos unos tres años.
Ya jovencita...
María Elena – A los quince años fui; habré vuelto a los dieciocho años.
¿Y cuál era la diversión de joven?
María Elena – A mí siempre me gustó, desde muy jovencita, bailar.
¿Bailar qué?
María Elena – De todo, todo.
¿Cuáles eran los momentos de bailar?
María Elena – Los fines de semana, porque durante la semana trabajaba. Los domingos era los días que tenía tiempo para poder salir.
¿Y dónde ibas a bailar?
María Elena – Iba a algún lugar así, algún boliche en Buenos Aires. Por ahí nos juntábamos con jóvenes de mi provincia.
¿Qué tipo de música?
María Elena – Bueno, en la provincia de Buenos Aires se escuchan los ritmos de las provincias, la música de la cumbia. Nosotros tenemos un ritmo que es de nuestra provincia, la guaracha. Y otro ritmo de otra zona es el chamamé.
¿Y se baila en parejas?
María Elena –Sí, sí. Se baila en parejas.
Y luego, después de esa época en Buenos Aires, ¿cómo sigues?
María Elena – Después, vuelvo a mi provincia y empiezo a trabajar en la cosecha de algodón, para tener algunos ingresos económicos.
¿Cómo es la cosecha de algodón?
María Elena – Te pagan de acuerdo a los kilos que coseches.
¿Es manual?
María Elena – Manual, manual, sí, sí. En eso trabajábamos con mamá y, de esta manera, teníamos un dinero.
¿Todo el día cosechando?
María Elena – Salía desde muy temprano hasta la media tarde.
¿Y cuál es la ropa de trabajo de la mujer?
María Elena – Mamá no se quería poner el pantalón solo. Ella se ponía un vestido y por abajo se ponía un pantalón, porque ella decía que el pantalón era para las más jovencitas. Yo sí recuerdo de ponerme pantalón, camisa, así, de manga larga... Tiene que ser, porque si no, con el algodón, cuando uno tiene que introducir la mano entre medio de las plantas, las hojas, y por ahí puede haber algunas ramas medio secas y te dañan el brazo.
¿Con sombrero?
María Elena – Con sombrero, cubriéndonos con algún paño siempre en la cara, porque siempre han sido los soles muy fuertes.
¿Y vives muchos años más en el campo?
María Elena – Vivo diez, ocho años... después, tengo mi primera hija.
¿Cuándo?
María Elena – Sería en mes de octubre del año 73.
¿Y cómo fue el nacimiento de tu hija?
María Elena – Me recuerdo que me había ido a la ciudad capital de mi provincia, a un hospital regional, porque siempre se nos tildaba a las mujeres jóvenes cuando éramos primerizas sin estar casadas todavía.
¿Cómo se llama tu hija?
María Elena – Claudia.
¿Te acuerdas del día en que nació y cómo fue?
María Elena – Sí, estaba sola, su papá no me había acompañado porque no estábamos en pareja, estaba con mi madre y mi tía Claudia. Y para mí fue una alegría, a pesar de estar solita. Y así como yo, que estaba sola, había otras mujeres. Bueno, nos acompañábamos con ellas. Me acuerdo que con ella así chiquitina, mi bebita, viajé desde la capital hacia a mi casa, la casa de mi madre.
¿En el campo?
María Elena – Sí, y vi lo que mi madre vivió cuando yo nací. Había algunas familias que se alegraban por el nacimiento de mi hija y algunas que no se alegraban mucho, porque no era un hijo varón, sino que era una niña.
¿Pero tú te alegraste?
María Elena – Yo sí, porque yo era la mamá. Yo siempre digo que para una mujer, cuando es madre, ser varón o ser mujer da lo mismo, porque es su hijo.
¿Y cambia mucho tu rutina con el nacimiento de Claudia?
María Elena – Sí, pero de igual manera sigo trabajando, con los trabajos que se hacían en el campo, las cosechas.
¿Cómo hacías con la niña pequeña, la llevabas?
María Elena – Mi mamá la cuidaba y yo podía trabajar. Ya no podíamos trabajar las dos, porque ella se tenía que quedar con mi hija.
¿Después de Claudia?
María Elena – Y después de Claudia nació un hijo varón. Recuerdo que a él lo tuve en mi casa, porque no me había dado tiempo para ir hasta el hospital más cercano.
¿En la casa de tu mamá, con tu mamá?
María Elena – Sí, sí... con mi mamá y me asistió una tía que venía a ser prima de mi abuela y que trabajaba atendiendo partos. Recuerdo que lo había tenido estando sola. Mi mamá había salido a trabajar y yo le había avisado que no me sentía bien y era como algo que yo necesitaba. Cuando quería tener partos de mis hijos, era como que yo necesitaba estar sola, me sentía mejor. Y mi mamá vino cuando yo ya había tenido a mi hijo. Y ahí llamamos a mi tía para avisar que había tenido un varón.
¿Cómo se llama?
María Elena – Omar. Y se alegró mucho mi mamá y salió corriendo para avisar a las vecinas que yo había tenido un bebé y que era un varón. Y mis vecinos también estaban muy contentos.
¿Y por qué esa alegría es mayor cuando son niños?
María Elena – No sé. Es como una cultura, siempre se alegran. Y nosotras mismas las mujeres... yo veo que hay abuelas, y madres también, que cuando son varones se alegran, es como que cuando son niñas no se alegran.
¿Quién vive en la casa cuando nace Omar? ¿Estas tú y tu mamá?
María Elena – Yo formé mi pareja en el quinto hijo.
¿Hasta entonces sigues viviendo con tu mamá y tus hermanos también?
María Elena – No, no. Mis hermanos, ya grandes, se han ido a trabajar a Buenos Aires.
¿Entonces, están en la casa tu mamá y tú?
María Elena – Sí.
¿Y quién sostiene la casa?
María Elena – Mi papá. Mi papá trabajaba y mi mamá también. Y yo también salía a hacer trabajos. Cuando se quedaba ella, salía yo a trabajar. Trabajos estos del campo, nosotros decimos, trabajar con la azada, cortando todo lo que es maleza, junto al algodón, esos trabajos.
¿Y la tierra de ustedes la cultivaban también?
María Elena – Nosotros no teníamos nuestra parcelita de tierra para trabajar, siempre hacíamos para otras personas.
¿Cuándo nace el tercer hijo?
María Elena – El tercero, bueno, era una nena también.
¿Cómo se llama?
María Elena – Ella se llamaba Adriana, es una de mis hijas fallecidas, Adriana. Ya tenía catorce años, estaba estudiando el nivel secundario, estaba como albergada en un colegio religioso. Cada quince días volvía para la casa. En un fin de semana largo fue donde tuvo el accidente, la chocó un camión cuando iba a cruzar una ruta. Catorce años... El nacimiento de ella me acuerdo que me asistió mi tía, pero cuando ya la había tenido. Vino simplemente para ayudarme a cortarle el ombligo.
¿Con qué se cortaba?
María Elena – Con alguna tijerita que tenía ella siempre preservada solamente para el uso de cortar ombligos.
¿Ya nacía y ya te quedabas con ella?
María Elena –Sí, sí.
¿Y también se bañaba la pequeña?
María Elena –Sí, sí, se bañaba, siempre se bañaba a todos.
¿La amamantaste también a tu hija?
María Elena – Sí, a todos mis hijos los he amamantado.
¿Hasta qué edad?
María Elena – Hasta los dos años. Cada dos años, a pesar de estar embarazada, igual les daba de mamar. Y yo te digo: unos meses, tres meses antes de tener mi próximo hijo, dejaba de amamantar.
¿Y viene la noticia del cuarto?
María Elena – Sí, el cuarto hijo.
¿Quién es?
María Elena – Mi cuarto hijo se llama Pablo, que también murió, hace dos años.
¿En la carretera?
María Elena – Hum.
¿Y cómo fue quedando esa casa con tantos niños?
María Elena – Sí, una casa tan chiquita.
¿Ellos estudiaban, iban a la escuela?
María Elena – A la escuela primaria, sí. Menos la última. La última que tuve. Serían ocho hijos, pero ella tuvo una enfermedad en la sangre, tuvo leucemia. Con tres años y medio, así de repente se enfermó. Una chica que, desde que nació nunca le había dado señales así, de estar enferma, se enfermó un día así de pronto y estuvo unos dos, tres días así, en un estado de coma y falleció.
¿Pequeñita?
María Elena –Sí, tres años y medio.
Claudia, mi primera hija, después venía Omar, el tercero fue Adriana, que falleció, el cuarto fue Pablo, que falleció, y la quinta hija, también la tuve en casa. Era un día lluvioso, había llovido muchísimo y mamá había salido a trabajar y estaba sola y entonces la tengo a mi niña. Y algo que me llamó la atención, que cuando nació sentí que no había llorado y entonces me asusté, porque no sabía qué había pasado. Hasta pensé que podía haber nacido muerta y, después, la voy a tocar así, la parte de la cabeza, y grande fue el susto, porque cuando toqué su cabecita era algo raro.
Había entrado una vecina para preguntarme que cómo estaba y le digo: “Aquí estoy, he tenido ya a mi bebé.” Y fueron a buscar a una mujer vecina para que venga a ayudarme, para cortar el ombligo. Y cuando viene ella le digo “no sabes, no sé por qué será, pero mi bebé no llora y ella viene así, asustada, rapidito y la mira. Bueno yo no la quería mirar, la había palpado, bueno, con mis manos y, cuando la mira, me dice: “Tu hija nació en un manto.” Es un algo que nosotros como tenemos un paño que se cubre la cabeza y me decía que no todos los hijos nacían con eso, que son algunos de los hijos y que eso había que conservarlo. Después, se lo quitó de la cabeza y cuando se le quita eso empezó a llorar. Y, después que lo lavó con jabón, se lo puso como extendido así, para secar. Y, después, la misma mujer que me atendió, lo tomó, le puso una moneda adentro y lo puso en una bolsita y me dijo que siempre lo conservara guardado y que después, cuando mi hija sea grande, que se lo entregue, este manto lo tiene que llevar ella, que eso trae suerte. Fue como una creencia.
¿Como si fuera una membrana?
María Elena – Claro, una membrana. La verdad que me asustó mucho. Y después de pasar todas esas cosas, de vivir todo esto, me decía tanto mi madre como las vecinas, que no me tengo que quedar en la casa a tener a mis hijos, que me tengo que ir a un hospital, que vea la forma de poder irme. Que si no tengo lugar, ni familia para quedarme en la ciudad, como que vaya en el mismo hospital y que diga que yo no tengo un lugar para quedarme y que me den la internación con anticipación. Y bueno, y después con los tres últimos hijos fue así, nacieron en el hospital.
¿Y todo este tiempo también sigues trabajando?
María Elena – Claro, trabajando. Con trabajos esforzados. Hoy lo pienso en estas jóvenes que a veces tienen unos embarazos tan complicados y sus hijos muy enfermos. Yo, por suerte, a pesar de ser pobre, vivir de trabajo esforzado, partos en casa, todo eso, jamás tuve un problema.
¿Cuando estabas embarazada seguías trabajando hasta el final?
María Elena – Seguía trabajando.
¿Con la barriga grande?
María Elena –Sí, sí.
¿En el campo?
María Elena – Mamá me decía: “Lo que siempre tienes que hacer es caminar, caminar y hacer el trabajo de mortero, poniendo el maíz en el mortero.” A veces nosotros usamos el mortero para moler una carne. Bueno, para moler esto, me decía, tienes que moler, moler y así se te va a ir como amoldando la panza, me decía.
Y a mis hijos los tenía así, en casa, sin vivir drama y nunca tuvieron ningún problema de salud. Mi quinta hija, cuando ella tiene quince años, también casi tuvo una muerte accidental. Cuando ella bajaba en un colectivo, de un bus que le pasaba por la parte de atrás del colectivo no miró que en sentido contrario venían un vehículo y la impactó también y la tiro abajo de la carretera, de la ruta. También tuvo una pequeña fisura de cráneo que por milagro no se murió también. Hoy tiene veinticuatro años y aún vive, pero la vida de mis hijos ha sido muy accidentada... ella se salvó de milagro.
¿Y las mujeres, tus hijas, viven una realidad diferente a la tuya y a la de tu madre?
María Elena – Sí, una realidad diferente.
¿Cómo empieza el trabajo con otras mujeres, Elena?
María Elena – Después de vivir todo esto, con dos hijos fallecidos, yo vivía muy triste, con la autoestima por el piso. Y un buen día escuchaba a través de los medios de comunicación que a nuestro departamento iban unas mujeres de la ciudad, a orientar grupos de mujeres.
¿Por la radio?
María Elena – Por la radio. Escuchaba que iban a nuestro departamento. Esto fue en el 96, 95. Estas mujeres estaban trabajando desde el 90, mujeres de la zona urbana trabajando en nuestro departamento, promoviendo, a través de una ONG que se llama Prodemur, Promoción de Mujeres Rurales. Fue así como en el año 95, en mayo, un 23 de mayo, que se les invitó a venir por primera vez a nuestra comunidad. Nos reunimos en una Posta Sanitaria. Cuando se les invita, dicen que tiene que ser un lugar público, puede ser en la escuela, en un galpón o bajo un árbol. Teníamos una posta que estaba cerrada porque no teníamos una enfermera.
Y entonces, cuando nos prestaban las llaves para abrir la puerta, nos reuníamos adentro de la posta. Cuando no, nos reuníamos afuera, abajo de un árbol.
¿Cuántas mujeres participaron de esa primera reunión?
María Elena – Esa primera vez, aproximadamente doce mujeres.
¿Y qué te acuerdas de esa reunión?
María Elena – Para mí fue muy lindo. Era una forma de poder tener un lugar de nosotras, las mujeres. Y así, de poquito a poquito, fuimos conversando, porque siempre, cuando alguien se reúne, es porque hay siempre una necesidad. Y la necesidad nuestra, entre tantas que tenemos, es el tema salud. Y ellas eran personas que tenían conocimientos en el tema salud. Y de a poco fuimos conversando con ellas, contándoles nuestra problemática y así, conociéndonos, nos fuimos capacitando en el tema salud. Y podíamos salir a visitar a las familias y transmitir lo que habíamos aprendido.
¿Qué tipo de cosas?
María Elena – Por ejemplo, un tema que interesa muchísimo a las mujeres es el tema de la salud sexual y reproductiva y del uso de anticonceptivos. Esto interesa mucho. Es un tema que no es fácil hablar para una mujer normal, pero que sí es una necesidad. ¿Por qué? Porque las mujeres están muy cansadas de tener tantos hijos y tan seguidos. No había forma, lo que siempre habíamos hablado era que no había recursos para comprar un anticonceptivo. Y, por suerte, al tiempo el grupo me delega a mí para ir a la ciudad y discutir toda esta problemática que vive. Y después se aprobó la ley de la salud sexual y la reproductiva a nivel nacional, donde el gobierno nacional a las provincias les provee anticonceptivos.
¿Y se reunían muy a menudo estos primeros años?
María Elena – Claro, nos reuníamos cada quince días.
¿Y las familias, los hombres, que decían sobre esas reuniones?
María Elena – Eso también no fue fácil, porque comúnmente se dice que la mujer se reúne para hablar cosas sin importancia. ¿Qué cosas podíamos hablar nosotras como mujeres? Allá se dice que hablábamos algo sin valor, chismes, que hablábamos cosas que no vale la pena hablar. Y por ahí yo también recuerdo a las mismas esposas de otros compañeros, que también decían: “¿A qué van en vez de quedarse a hacer las cosas?” Y recuerdo que mi esposo me decía: “A qué quieres ir en vez de quedarte a hacer tus cosas en la casa, a reunirte y a perder tu tiempo? Quédate allá, no vuelvas acá, quédate ahí con las mujeres, háganse un rancho por ahí...”
¿Pero tú seguiste?
María Elena – Seguí.
¿Por qué?
María Elena – Porque yo tenía la esperanza de que con el tiempo él iba a saber entenderme. Fue lo único que tenía. A veces, era como que se enojaba y tenía actitudes agresivas hacia mí. Cuando volvía, a veces él decía cosas, pero me callaba, me callaba así, me quedaba en el silencio. Y eso hacía. Así lograba que no se ponga más agresivo, me callaba. Y de a poquito fui aprendiendo, y así también otras compañeras, después, a decirles las cosas, porque siempre me habían enseñado que mi esposo es mi esposo y que él es todo para decidir sobre mí y que no tengo por qué decirle algo a él.
Y de a poquito fui aprendiendo conocimientos de las cosas, dándome cuenta de que no era así. Y entonces, de poco, le fui diciendo las cosas de buenas maneras, le decía que no, que lo correcto es que yo también tengo la posibilidad de poder reunirme, que yo también tengo esas necesidades de poder reunirme con compañeras, contar las cosas que me pasan, porque hay cosas que a nosotras nos pasan y que nadie nos escucha, nadie. Es como que a nadie le interesa de lo que uno vive.
Y de así, de a poquito, fui convenciéndole. Y a mis hijos también, ellos también comprendieron. Y después, cuando ellos ya se hacían más grandes, ellos también le decían a él: “Mi mamá necesita que vos le des esa libertad de poder ir a reunirse.” Y así no fue fácil, pero de a poquitos fui logrando. La misma familia fue cambiando a través del diálogo, del poder decirnos las cosas, y eso fue cambiando en el tiempo y mis hijos también me colaboraban. Anteriormente, todos esperaban que yo tenía que venir a las corridas a hacer las cosas, para servirles las cosas a ellos. Y después, a través del diálogo, fui cambiando esa realidad y con el tiempo logré que ellos también pudieran ayudarme. Y mi esposo también, que me pudiera ayudar a hacer las cosas.
¿Porque tú seguías trabajando?
María Elena – Claro, sí, sí.
¿En el campo también?
María Elena – Sí, sí.
¿Con esas actividades extras?
María Elena – Las reuniones, sí.
¿Es voluntario ese trabajo?
María Elena – Claro. Mas me hacía feliz a mí el poder ir, como que tenía una motivación de decir “bueno hoy voy a trabajar, voy a hacer más rápido las cosas”, hacía más esfuerzos para poder cumplir también con mis obligaciones, pero así también me hacía tiempo para poder ir.
¿Y el trabajo del grupo fue cambiando?
María Elena – Primero, nos capacitamos en salud, después hicimos otro proyecto y salió esto de la salud reproductiva, que es muy importante para la mujer rural. Después también trajimos trabajos grupales, haciendo diseños, trasmitiendo a través de diseños gráficos conocimientos que íbamos adquiriendo como grupo, hablando de distintos temas, en los temas de los derechos de la mujer rural. Eso fue algo muy importante para nosotras, porque nos llegó a cambiar, a cambiar la realidad que vivíamos.
¿Por ejemplo?
María Elena – Poder conocer nuestros derechos y poder ejercer la ciudadanía. A partir de ahí, viene esto de sentirme yo ciudadana y de decir, bueno, como ciudadano tengo estos derechos.
¿Algún tipo de conquista?
María Elena – Logramos, por ejemplo, poder superar el miedo para poder hablar, para conseguir cosas para mejorar la calidad de vida. Pudimos comprarnos, por ejemplo, herramientas de trabajo o, por primera vez, traer algo para nuestra casa, pensar con la idea de nosotras.
¿Por ejemplo?
María Elena – Porque, como no manejamos lo económico, siempre es como que los hombres son los que tienen que decidir qué quieren comprar. Como nosotras no tenemos esos recursos, a veces tenemos otra idea, de querer otras cosas, y no podemos, porque nosotras no manejamos lo económico. Y entonces, al venir un proyecto a nombre de nosotras, ahí decidíamos nosotras lo que queremos comprar. Compramos animales, como vacas, compramos chapas para recoger el agua de lluvia. Ese es uno de nuestros grandes problemas.
¿Chapas?
María Elena – Chapas para hacer un techo y hacer unas canaletas para juntar agua y mejorar un poquito la calidad del agua. Porque cuando llueve, con el techo de chapa, recogemos en nuestras piletas, nuestros aljibes, el agua para almacenar, este agua es un poquito más dulce, porque la que se recoge del pozo es muy salada, de malísima calidad.
¿Y siempre con un apoyo de esa ONG?
María Elena – De esa ONG y de estas cosas donde adquirimos herramientas de trabajo, todo esto fue de un programa de nivel nacional, apoyado por el gobierno nacional.
¿Y cuando surge el contacto con la Red LAC?
María Elena – A partir de ahí, del año 96, quizás de verme tan en bajo, tan deprimida por todo lo que estaba viviendo y de participar como inicial en el grupo, sale así de pronto una invitación para venir a Brasil.
Según la historia, la Red comenzó en el año 90 por primera vez en Argentina y luego de ahí se hizo un proceso hasta el año 96. Entonces, para nuestra organización, las técnicas nos dicen: “Hay un grupo de mujeres argentinas que van a ir a Brasil, a Fortaleza, pero quizás ustedes no van a ser tomadas en cuenta por el hecho de ser muy nuevas. Dicen que están trabajando para ubicar los recursos económicos para viajar y quizás en otra oportunidad será para ustedes.” Y, bueno, así un día, de repente, las coordinadoras de nivel nacional de Buenos Aires mandan un informe a nuestras técnicas diciendo que hay una posibilidad de que viaje otra mujer más y en nuestro departamento había un grupo, que ya tenía varios años de trayectoria. Y, entonces, se invita a una mujer que ellos creían que podía venir a este encuentro, porque le correspondía a ese grupo, porque era de muchos años más que el nuestro. Pero la compañera que se invita dice que no puede ir, porque no era fácil a una mujer sacarla así, de un momento a otro. Había que mandar el nombre para hacer el trámite para el viaje, para los pasajes y todo eso. La compañera tenía un hijo que tenía una discapacidad física y, entonces, para ella programar el viaje en dos días no era fácil. Una mujer que nunca había dejado su hijo.
Entonces, dijo que no podía ir. La técnica dice: “Vamos a invitar a este grupo que es nuevo y que el grupo decida quién puede ser esa persona.” Justo yo no estaba en ese día en la reunión, porque había viajado a ver a una hija que estaba estudiando en otro lugar medio alejado y, cuando estoy ahí, me llaman por teléfono. Y las compañeras deciden que sea María Elena, dicen, nosotros decidimos por ella.
¿Y cómo recibes la noticia?
María Elena – Primero, vienen a mi casa y conversan con mi esposo. Él estaba. Le dicen: “Mirá, Virgilio, hay una posibilidad de que María Elena viaje a Brasil, usted acepta?” Y bueno, dice él, si ella quiere ir, que vaya, no hay problema. Después, en la zona nuestra, no había teléfono, ellas vuelven a la ciudad y piden el teléfono de mi casa, de esta hija que estaba en otro lugar. Estaba en una casa de familia y piden ese teléfono; me llaman y me dicen: “María Elena hay una posibilidad de que viajes a Brasil.” - ¿A Brasil?, les dije. La verdad, es como que me había asustado, no sé qué sentía, yo... ¿a Brasil?. Por ahora te decimos que hemos ido a tu casa, hemos informado a tu esposo y él dice que sí, porque yo no podía decir en ese momento sí, porque yo no lo había conversado con él. Y como de haber sido tan nueva en el grupo y no haber aprendido todavía a tomar decisiones, para mí no hubiera sido fácil, que si ellos no hubieran venido a conversar primero con él. Y bueno, les digo: “Si él les a dicho que sí, acepto”. Bueno ahí no más me piden los datos y me dicen: “Dame los datos que necesitamos”, y se los di por teléfono. Vuelvo al otro día yo a mi casa y me dice: “Te buscaban”, me dice, “para que viajes al Brasil”. “¿Y qué has dicho vos?, le digo, para ver qué decía. “Si vos quieres ir, vete, sin ningún problema. Pero yo ya sabía, porque me habían comentado por teléfono, que él había aceptado. Y, después, había una reunión previa en Buenos Aires, antes de venir aquí, al Brasil.
¿Cómo fue ese proceso de preparación para ir?
María Elena – Con todas las ganas que tenía, sabía que detrás de mí había un grupo a quien les debo todo, que me habían delegado a mí. Digo: “aquí me voy a poner las pilas, voy a aprender todo detalladamente lo que este grupo está preparando y voy a ir”. Y así fue.
¿Cuántas mujeres eran en ese momento?
María Elena – Doce mujeres, una delegación de doce mujeres.
¿Cuántas en tu grupo?
María Elena – En ese entonces, éramos doce también. Y después, con el tiempo, fuimos sumando, sumando, y hoy estamos en cuarenta mujeres.
¿Y vas a Buenos Aires a esa reunión?
María Elena – Voy a esa reunión preparatoria. Me costó muchísimo, porque ellas entendían más el tema, estaban más preparadas. Y, a mí, así de pronto, venir, entrar, no fue fácil... pero con la buena voluntad que yo le he puesto, he podido entender las cosas. A veces, he tenido que ponerme muy atenta a todo y, por suerte, he tenido un grupo hermoso. Porque el afecto que me han ofrecido las mujeres es lo que me hace sentir bien, me hace muchísimo bien y me he podido adaptar muy rápido con ellas.
¿Viajas entonces al Brasil?
María Elena – Viajo al Brasil.
¿Cómo fue el primer viaje?
María Elena – Para mí, fue muy impactante. Escuchaba en silencio todos, todos los testimonios de vida que contaban las mujeres con sus luchas. Y, con lo que yo venía, con mis dos hijos fallecidos, de venir de eso y escuchar tanta lucha, tanto sufrir... eso entonces era como que me fortalecía, como de pensar que no era yo la única persona que sufría en esta vida. Y uno de los recuerdos que tengo hasta ahora es el de una mujer, ya mayor, que me comentaba su historia. Un día, nos juntamos, así de pronto, como esas cosas de la vida, me senté así, al lado de ella sin saber nada y estábamos así a conversar, conversar y me dice: “Tu sabes, yo tenía once hijos y de los once me quedó uno, porque el resto desaparecieron. Yo tenía un esposo – dice – que aquí en Brasil la policía lo perseguía y lo han matado... a mi esposo y a uno de mis hijos. El más mayor también murió, junto con mi esposo, y, después de esto, escapamos todos, uno para un lado, uno para otro y hasta que yo también me fui escapada, porque me perseguían. Entonces, al final me quedé sin mis hijos”. Dice que no sabía qué se habían hecho, dónde estaban, “todos estábamos escondidos”, dice.
“Diez años”, dice, “¡diez años estuve escondida¡”. Ella tuvo que trabajar en prostitución, porque no tenía para comer y era joven, dice: “entonces, trabajé prostituida para poder hacer algo, para poder tener vida, para poder tener algo en lo económico, dice, para poder comer y para después, alguna vez, poder buscar a mis hijos. Y después, cuando pude más o menos salir, cuando cambió el proceso del gobierno y todo esto, pude salir a los medios de comunicación para decir que buscaba a mis hijos.” De esos once – que le quedaban diez, porque uno murió junto con el padre, el mayor – entonces, le quedaban diez, desaparecidos, y de recurrir a estos medios de comunicación logró encontrar a uno. Había quedado uno y del resto no quedó ninguno. A mí, la verdad que me impactó tanto, tanto lo que me contó. ¿Cómo no tener ganas de vivir? Y digo que yo también voy a luchar para poder seguir y, bueno, de igual manera así sea que se han desaparecido dos de mis hijos, digo, a mí me queda todavía algo, así, que tengo que luchar por ellos. Bueno, así pude superar, superar y participar de las cosas tristes, no tanto como esas, pero había otras más, y escuchaba eso, y eso me fortalecía, me fortalecía.
Y ahí fue que vi mujeres, en un cierto momento, bailando en una recreación que teníamos y verme a mí, en medio de esas mujeres, me hacía tanto bien, porque la verdad que estaba tan cansada de vivir así, en algo tan vacío y de verdad que eso me hizo muy bien, de poder compartir con ellas y de escuchar que ahí se asumía un compromiso de luchar para poder salir de la situación en la que vivimos las mujeres rurales. Digo sí, aquí hay algo por hacer. Alguien me necesita y esas son mis compañeras, mis mujeres, yo asumo la tarea de que voy a luchar por ellas. De ahí en más, he tenido posibilidades de participar en la comunidad, en la provincia y, por ahí, cuando realizan esos foros de estudiantes universitarios, me invitan para participar, para poder decir las cosas que vivimos las mujeres rurales.
¿Y después que regresas del viaje cambia algo en tu trabajo?
María Elena – Sí, sí.
¿Qué cambia?
María Elena – Por ejemplo, esas ganas de hacer algo, de trabajar, cosas para mejorar mi calidad de vida, poder trabajar la tierra y poder tener mi propia huertita... y lo de conversar con otras compañeras, para que ellas también pudieran hacer y, así, seguir la actividad. Anteriormente, en la situación en la que estaba, no me daban ganas de trabajar nada de estas cosas.
Entre el primero y el segundo ENLAC, Elena, ¿qué pasa de importante? ¿Seguís comunicando con la Red? ¿Cómo es eso?
María Elena – Sí, sí siguió la comunicación. Después, tuve la invitación para participar, en el 2003, de la Marcha de las Margaritas, eso fue algo muy bueno para mí.
¿Dónde fue?
María Elena – En Brasilia. Ver a tantas mujeres organizadas, con esa fortaleza de decir las cosas que viven, que quisieran ellas que se cambien, todo esto y, bueno, eso de ponerse algo para pedir que se cambie, de tener propuestas concretas de lo que podemos hacer como mujeres.
¿Esa invitación de participar vino por la Red LAC?
María Elena – Sí, por la Red LAC
¿Cómo se comunican?
María Elena – Nosotros tenemos un correo electrónico que recibe allí el informe. Es en una ciudad donde vive una técnica, entonces, ella recibe la información y nos hace llegar aquí a la zona donde vivimos.
¿Ella imprime el mensaje? ¿Cómo hace?
María Elena – Claro, sí, sí. Y después me habla vía telefónica y me informa. En esta zona, nosotros no contamos con Internet, algo de radio, por ahí el teléfono celular.
¿Y esa comunicación es enviada por quién?
María Elena – Por una técnica.
¿Quién escribe?
María Elena – De Brasil, mandan el mensaje, lo escriben a la técnica, y ella es la que me lo hace saber.
Y la Marcha de las Margaritas, ¿también fue importante?
María Elena – Muy importante para mí. Algo muy difícil de poder decir en palabras para describir.
¿Cómo fue?
María Elena – Era algo impactante. Había muchas mujeres encolumnadas, caminando. Para mí, era una alegría porque venía de mi provincia, de mi zona en el mes de agosto en época de sequilla, donde hay mucha tierra, mucho polvo. Venir y estar en Brasilia. Cuando veníamos caminando, se desató una lluvia y, para mí, sentir esa sensación de la lluvia y caminando bajo la lluvia fue algo impactante. Ver tantos rostros reclamando por algo tan justo, que es lo que las mujeres nos merecemos. Nunca me imaginaba tener que ver tantos rostros de mujeres luchando.
Y después de la Marcha de las Margaritas, ¿qué pasa en la red?
María Elena – Después, se sigue trabajando, siempre comunicándonos con todas estas cosas que siguen. Aquí, en la Secretaría, siempre continúan buscando proyectos para el bien de todas nosotras y cualquier novedad que haya siempre nos estamos informando.
¿Qué tipo de novedad?
María Elena – Por ejemplo, que se venía presentando este proyecto para poder escribir nuestra historia de vida, todas estas cosas interesantes. Cosas muy concretas e importantes para nosotras.
¿Tú participas de la preparación del segundo ENLAC?
María Elena – No. Nuestra organización a nivel nacional participa en distintas regiones. Y, en las regiones que estamos, nos reunimos dos veces al año. En el 96, estaba Cristina Juárez, la compañera que hoy está conmigo aquí, y una técnica, María Elisa. Entonces, ellas desde el 96 tienen los contactos con la Red LAC.
Después, la preparación para el segundo también estuvo a cargo de ella y este año sería en el mes de marzo. La Secretaría manda un informe para ver la posibilidad de cómo continuar, si continúan las mismas personas o de cambiar. Eso está bajo la decisión nuestra. Y ahí fue donde se acordó de poder cambiar, que fueran dos campesinas o una técnica y una campesina, eso estaba bajo el criterio nuestro. Y bueno, lo discutimos y decidimos que fuera una técnica y una campesina y fuimos a elección por voto secreto y, entonces, las compañeras, todas, votamos y salíamos ahora como nuevas referentes. En primer lugar, salió Cristina. La técnica que acompañaba a Cristina salió en primer lugar. Pero ella decía que, por motivos muy particulares, ella prefería no ir y que podía continuar la que salió en el segundo lugar.
¿Esto después del 2º ENLAC?
María Elena – Después del segundo.
¿Fuiste a México?
María Elena – Sí, sí... y estuve en el segundo.
Ah ¿Esto que me cuentas es antes o después?
María Elena – Después, después.
Y del 2º ENLAC, ¿qué me cuentas?
María Elena – También fue importante, porque también tuvimos la oportunidad de poder reunirnos, debatir entre la problemática que hoy nos afecta día a día.
¿Temas distintos?
María Elena – Temas distintos.
¿Pero no mucho?
María Elena – No mucho la diferencia. Uno de los temas que se debatió fue el tema del agua y de tierra. Se ha discutido mucho qué hacer para poder mejorar esta situación. Y otra de las cosas que también me impactaron es esto de que hoy en América Latina el tema de la violencia en que viven las mujeres y, más que todo, las niñas. Son secuestradas para someterlas a la prostitución y cuando se hablaba de eso a mí se me venía en mente cosas que vivimos en nuestro país. Y fue ahí como que encontré la respuesta, porque en nuestro país hay niñas que desaparecieron, nunca más se supo de ellas, de qué fue de su vida. Hay otros países que también vivieron la misma situación y, con el tiempo, encontraron a sus niñas en el trabajo de la prostitución. Es una forma de trabajo a la cual yo respeto cuando una mujer está en una situación, en una edad de poder trabajar en esto. Y si lo hace, seré respetuosa a eso. Pero lo que aquí me dolía muchísimo era que eran niñas que, contra su voluntad, se han ido, han sido secuestradas.
¿Y esta fue una percepción en medio de la discusión?
María Elena – Sí, eso recordaba yo: cuantas niñas han desaparecido en la Argentina y nunca más se supo de ellas.
Cuando vuelves del 2º ENLAC, ¿qué más traes?
María Elena – En el bagaje, en la maleta...
Sí... ¿Otras ideas, aprendizajes?
María Elena – Otra cosa que me impactó fue esto del agua, que día a día lo vamos viviendo, la falta de agua. Lo que en realidad me impactó era que se decía ahí que la segunda guerra va ser por el agua. Y a mí realmente me preocupa, porque en Argentina tenemos buenas reservas de agua. ¿Y sabe qué era lo que me preocupaba? Era que el encuentro fue en el mes de septiembre, en los primeros días de octubre terminó y en el mes de diciembre del año 2005 estaba de visita Bush en la Argentina y fue algo que se discutió mucho, porque había unos que estaban de acuerdo, la misma gente en Argentina y otros que no estaban de acuerdo. Y yo coincidía con los que no estaban de acuerdo. ¿Para qué él se iba allá? Con todo lo que yo había escuchado, que habíamos discutido, con todo lo que habían vivido las compañeras de Bolivia con el agua privatizada, para mí, era que iba por el interés de nuestras aguas en Argentina.
¿Qué puede hacer la Red LAC en relación a ese tema? ¿Cuáles fueron las propuestas?
María Elena – Eso fue uno de los temas que salió y fue el compromiso que asumimos como Red LAC: poder tomar una posición, poder luchar por el tema de la no contaminación del agua. Y, más que todo, concientizar a la gente en cuanto al uso del agua, como de preguntarnos: ¿Qué hago yo por el agua? Algo que nos proponemos, que nos preguntamos y queremos preguntar a los demás también: ¿Qué están haciendo?
Es una historia muy reciente, el 2º ENLAC fue el año pasado...
María Elena –Sí, sí.
¿Y algo importante en la trayectoria de la red?
María Elena – Eso fue bueno. También venir aquí a São Paulo. Para mí, esto fue también como que una sorpresa para mí: recibir una noticia que se consiguió un proyecto para poder escribir nuestras historias y poder contar. Para mí, esto fue algo muy importante, porque yo jamás me hubiera imaginado que, alguna vez, podría hacer lo que hoy estoy haciendo: poder contar, escribir mi historia junto con otras compañeras. No fue un trabajo fácil, porque hay ciertas cosas que uno tiene que tener en cuenta, pero esto es muy importante para el crecimiento de la persona, para ir descubriéndose uno mismo de la capacidad que uno tiene y que, quizás, si uno nunca está en esto, no se va a dejar descubrir.
Y mirando hacia el futuro, ¿qué sueñas para la Red, qué sueñas para tu grupo?
María Elena –(RISAS)
¿Qué sueñas para ti?
María Elena – Para mi grupo, sueño un mejor vivir, mejores posibilidades de vida, mejorar la calidad de vida, porque la situación en la que vivimos, es decir, las mujeres no lo merecemos, no lo merecemos. Nosotros merecemos algo mejor, aunque sea la última cosa de nuestra vida, poder transformar esa realidad, tener una mejor vivienda, tener trabajo para nuestros hijos, poder transmitirles, enseñarles cómo trabajábamos nosotros. En algunos grupos, en comunidades, se perdió esa cultura de trabajo que a nosotros nos enseñaron nuestros padres, eso de vivir con humildad. Más que todo, eso es lo que yo quiero recuperar. Porque el vivir tantos años con un mismo gobierno... en Santiago del Estero, tuvimos 50 años de un mismo gobierno, y fue lo que nos llevó a vivir sometidas a este clientelismo político y a vivir esperando que el Estado me tenga que dar la mercadería por el voto y así no trabajar. Eso es malo y eso me pone mal, me pone triste y yo no quiero que vivamos así.
¿Y para la Red?
María Elena – Para la Red, sueño que sigamos este tipo de proyectos y poder trasmitir a los demás. Ojalá lo que hoy hemos podido lograr, de poder escribir, contar, pueda llegar a otras mujeres y ellas también puedan sumarse a nosotras, porque yo soy una convencida de que uniéndonos y estando todas juntas vamos a lograr muchas cosas.
¿Y para ti?
María Elena – Para mí, quizás, sueño haber logrado esto. Hoy me siento feliz de saber que dejo algo más, algo escrito, algo contado que el día de mañana puedan ver, escuchar, leer mis hijas, mis nietos y digan este era el sueño de mi abuela, de mi madre y puedan seguir ellos.
¿Y qué tal la entrevista?
María Elena – Muy buena, muy buena.
¿Qué tal poder contar un poco de tu historia?
María Elena – A mí me hace bien. Más que todo, me gusta cuando otra persona me puede escuchar, eso hace muy bien. Siento que muchas veces las mujeres tenemos algo muy escondidito y pocas posibilidades de poder decir lo que sentimos.
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