ENTREVISTA A MARIA DOMINGA SCHETTINI (en español)
P: Ante todo, quería agradecerle por su tiempo y por acceder a realizar esta entrevista. Por favor, diga su nombre, el lugar y la fecha de su nacimiento.
R: Yo me llamo María Dominga Schettini. Pero me dicen Minguina. Nací el 18 de octubre d...Continuar leitura
ENTREVISTA A MARIA DOMINGA SCHETTINI (en español)
P: Ante todo, quería agradecerle por su tiempo y por acceder a realizar esta entrevista. Por favor, diga su nombre, el lugar y la fecha de su nacimiento.
R: Yo me llamo María Dominga Schettini. Pero me dicen Minguina. Nací el 18 de octubre de 1926 en Lauria, Provincia de Potenza, Italia.
P: ¿Cuál era el nombre de sus padres?
R: Mis padres eran Franceso Schettini y Giacomina Schettini.
P: ¿A qué se dedicaban sus padres?
R: Eran gente de campo. Cultivaban la tierra y tenían animales, cabras, cerdos y gallinas.
P: ¿Qué puede contarme de la relación con ellos?
R: Mi papá se vino a la Argentina el 18 de diciembre del mismo año en que nací. Mi mamá, cuando se vino a la Argentina… fue muy triste, porque me dejó a mí, que nunca me había separado de ella. Fue triste para ella y triste para mí, porque me dejó a mí y dejó a la nieta, mi primera hija, Ángela, que tenía 9 meses cuando ella se vino a la Argentina. Me van a disculpar lo que digo, pero yo voy a decir lo que siento. Yo, cuando mi mamá se vino para acá, hubiera estado más conforme con que ella se hubiera muerto, que con que se viniera acá. Porque pensaba: “si mi mamá estuviera acá, yo tendría dónde llevarle una flor”, pero como se había ido… ni para llevarle una flor. Así que mirá los inconvenientes que trae el emigrar… Por supuesto que después me arrepentí, porque después pude volver a verla, pude volver con ella.
P: ¿Tiene hermanos?
R: Tuve un hermano que falleció en 2004. Se llamaba Ángel y era mayor que yo. Él se vino a la Argentina cuando tenía 14 años, antes que mi mamá y que yo.
P: ¿Tenía amigos cuando era pequeña? ¿Qué recuerda de lo que hacían juntas?
R: Sí, tenía muchas amigas. Todas empezamos a trabajar muy chicas, en el campo o yendo a buscar leña al monte. Charlábamos mucho y nos ayudábamos a subirnos la leña a la cabeza, así la transportábamos. Hablábamos mucho porque el camino al monte era muy largo.
P: Y María, ¿puede contarme algún recuerdo que tenga de su infancia?
R: Bueno, sí. Nosotros sólo podíamos traer leña seca para cocina o usar en los hogares. Pero a veces era poca y teníamos que traer leña verde. Había una persona encargada de revisar que no trajéramos leña verde, como un guardaparque. Un día yo venía muy cargada de leña verde, y mis amigas me avisaron que venía ese señor. Entonces yo me fui a esconder a la casa de un tío. Y él para darme una lección, hizo como que venía el señor a buscarme por traer esa leña, pero fue para darme una lección. Me pegué un susto tremendo.
P: ¿Fue a la escuela?
R: Sí, hasta tercer grado.
P: ¿Y quién fue su primer novio? ¿Qué edad tenía en ese momento?
R: Mi primer novio era un muchacho del pueblo. Yo tenía 18 años. Pero después del compromiso, él tuvo que ir a la guerra y nuca volvió. Hay madres que los ven volver a sus hijos, hay madres que no. En mi pueblo hubo mucha gente que no volvió a ver a sus hijos. En fin… Hasta que un día, la madre me autorizó a que yo tuviera otro novio y pueda casarme. En mi pueblo, nos casábamos muy jóvenes.
P: ¿Le gustaría compartir alguna anécdota de cómo se vivió la guerra en su pueblo?
R: Sí. Cuando vinieron a bombardear el pueblo, nosotros teníamos un atadito con ropa para podernos cambiar. Lo teníamos siempre a mano. Pasaban los aviones y nos escapábamos al refugio. Una vez yo estaba amasando, y me escapé tres veces con las manos llenas de masa. Sentíamos los aviones y nos escapábamos. Pasaban y nosotros volvíamos a hacer lo que estábamos haciendo. Volvíamos a nuestras casas donde estaba todo como lo habíamos dejado, porque nos habíamos ido sin cerrar la puerta, ni nada. No, no, no, vivirla en carne propia es muy triste. Pero cuando te toca y te salvás, pasa todo, el asunto es cuando no.
P: Antes hablábamos de su novio y de que la gente se casaba joven. Cuénteme cuándo decidió casarse.
R: Con Nicola nos casamos el 31 de agosto de 1946, yo tenía 19 años. Y el 21 de junio de 1947 nació mi primera hija.
P: ¿Cuántos hijos tuvo?
R: Tuve dos hijas. Ángela, que nació en Italia, y Elena, que nació acá en Argentina en 1949, dos meses después de llegar.
P: ¿Qué puede contarme de la decisión de emigrar?
R: Mi papá estaba en Argentina hacía mucho tiempo, mi hermano también. Mi papá mandó a llamar a mi mamá, y luego ella me escribía para que yo me viniera también, así que emigramos con Nicola y Ángela.
P: ¿Cómo fue el viaje?
R: Larguísimo y difícil. En barco. Yo estaba embarazada de 7 meses de mi segunda hija. El doctor del barco no me quería hacer subir. Después me descompuse varias veces y él me decía: “¿Vió?”. Por suerte encontré gente que me ayudó y me cuidó a mí y a mi hija.
P: ¿Cómo fueron los primeros tiempos en este país?
R: Cuando llegamos acá… te imaginás… dejar allá, no fue fácil. Fue bastante difícil. Yo trabajé en una fábrica de cigarros, Avanti, y luego en la Siam, bobinando motores. Los primeros dos años, mi marido trabajó de albañil en la construcción. Trabajaba de noche, porque de día construíamos la casa, revocábamos las paredes, entrábamos los ladrillos con una carretilla. Él empezaba a trabajar a las once de la noche... (silencio) Cuando empezamos la construcción acá, lo primero que hicimos fue el sótano. Tuvimos que sacar toda la tierra y la llevábamos para el fondo, no sabés lo que costó… Después mi marido trabajó en el transporte manejando un trolebús. En el año 1965, 16 años después de emigrar, mi marido volvió a Italia por primera vez y cuando regresó se dedicó de lleno a la construcción… La vida fue dura para nosotros… Pero tengo que agradecer que a pesar de tanto sufrimiento, todavía estoy acá.
P: Me dijo que su marido pudo volver a Italia. ¿Y usted?
R: Sí, también pude volver varias veces como él.
P: ¿Podría contarme alguna historia de alguno de esos viajes?
R: Sí. Cuando volví a Italia, cuando me fui por primera vez, una mañana quería recorrer el pueblo. Y tenía una prima cerca de donde yo vivía. Yo pensé: “la única manera de recorrer todo mi pueblo es levantarme bien temprano, e ir sola”, porque sino, nunca podía llegar a verlo todo, porque me encontraba con uno… me encontraba con otro… Después se hacía tarde y me tenía que volver. Y justo que paso por la casa de mi prima, siento que ella me llama. Me llama y me dice: “¿Dónde vas a esta hora?” Le digo: “Vos quedate ahí, que yo tengo que recorrer mi pueblo, todo”. “Te vas a perder”, me contestó ella. Le dije: “Pobre de vos, ¿yo me voy a perder? Vos te podrás confundir, pero yo no” (Llora) Así que… eso también es triste. Triste porque… ¡bah! Para uno que lo vivió, porque en tu pueblo están las personas que querés, están tus amigas. Yo tenía muchas amigas, después cuando te juntás, parece que nunca terminás de hablar, siempre tenés cosas para decir. Yo no sé si fue la suerte, si fue que me lo merecía o no me lo merecía, pero siempre que viajé a Italia tuve gente cerca, aparte de la familia… Cuando mi marido llegó a Nápoles, la primera vez que viajó, abajo estaban todos los que venían a esperar a los que llegaban. Él vió a su papá… (silencio, llora) Estaban sus hermanas, sobrinas, pero cuando vió a su papá, él no podía hablar. Sólo le hacía señas con las manos…
P: María, cuénteme,
¿qué le gusta hacer en la actualidad?
R: Estar en mi casa y cocinar. Porque acá tenemos todo lo que hacemos, el vino en botella, el tomate en lata. Casi todo lo que comemos, lo hacemos con nuestras manos. En el sótano también. ¿Viste que la gente tiene la despensa? Bueno, nosotros no tenemos despensa, pero lo guardamos en el sótano, y hacemos cosas para guardar durante todo el año. También hay recuerdos en el sótano, por ejemplo, la valija que trajo mi mamá cuando se vino acá en 1948, ¿cuántos años son? Sacá la cuenta. También está el recipiente donde le daban de comer a Nicola cuando fue a la guerra.
P: ¿Y cocina comidas con recetas de su pueblo?
R: Sí. Por ejemplo, en el fondo hago el pan, la salsa. Hacemos un pan tipo galleta, que se llama frizzelle. Los hidratás con agua, hacés una ensalada con tomates cortados chiquititos, un diente de ajo, un poco de orégano y aceite de oliva si es posible, y le ponés una fetita de jamón, y te lo comés. Por ejemplo, en mi pueblo, de donde yo soy, en la pizzería, antes de traerte la pizza, te dan un aperitivo con eso. Mientras tanto, la espera de la pizza se hace más corta. Recuerdo que cuando mi mamá se vino acá, yo nunca lo había hecho al pan. Yo ya estaba casada, y como la tenía a ella y estábamos juntas, siempre lo hacía ella. Pero cuando se vino para acá, yo me dije: “me tengo que lanzar”. Y lo hice, y por suerte, de tanto mirar, me salió bien.
Con la pizza, yo ya tengo todo preparado, si la quiero de cebolla, si la quiero de tomate solo… mano a mano mientras las voy horneando, les voy agregando lo que llevan… El trigo hace milagros porque se puede hacer de todo. El que se da maña en la casa, ¿qué no pude hacer con la harina? Da mucho trabajo, eso ya se sabe, te tiene que gustar. Yo siempre digo: “teniendo trigo en la casa, nadie se puede morir de hambre”.
P: María, ¿quisiera contar algo sobre lo que yo no le haya preguntado?
R: Y… esa es la historia del inmigrante, porque no me pasó sólo a mí, le pasa a todos los que se van de su tierra natal. La verdad es que con los años, la familia va aumentado. Y hace tanto tiempo que estoy acá, que ésta ya la siento como mi segunda patria. Pero quedan muchas cosas cuando te vas de tu tierra natal… quedan, quedan. Se sufre, se extraña… yo estoy muy contenta porque acá no me puedo quejar ahora, pero yo, por ejemplo, si le tengo que decir algo a alguien que tiene que emigrar… yo no le aconsejaría. No sé si será por la familia, o por qué, pero yo ya no sé si me adaptaría allá. Porque mi parte mayor de la vida la viví acá. En ese momento estaba bien allá, ahora estoy bien acá.
P: María, quiero agradecerle por haberme brindado su tiempo para esta entrevista.
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